Desde la aparición de La Terra Santa (1984), Alda Merini ha vivido la religiosidad como amor, despojo, abandono. Su lectura de los santos no la ha llevado a escribir sobre los santos, más bien ha buscado vivir una suerte de santidad poética dueña de su arrojo, de sus miedos, del terror a este natural infierno de existir.

Cuando la palabra se acerca a Dios es que va al origen, o se siente próxima al dolor del origen. Y por origen no propongo madre, tierra, mar. Digo Palabra que abre la llaga de la creación.

El Cristo de Alda Merini nace de la soledad transfigurada, cáliz que mana la sangre que ella vislumbró como pasión por ese hombre hecho palabra, a quien a veces ha profundamente amado, y también, traicionado tantas veces. Junto a su costado no siente ni condena ni salvación: es cuerpo de lenguaje que la inunda y eleva como el tallo a la flor, con su savia, con su espina.

Ese Hombre, el Cristo que la acompaña, le da el cielo de la sabiduría que todo dolor hace germinar:

El árbol echa sus raíces en el miedo/ y la semilla antes de crecer/ aprende a morir.

Sólo por un amor así el mundo se vuelve real. En 38 poemas, Alda Merini nos entrega el derrumbe de quien ha amado sin piedad, descarnadamente, pues en ella la carne de Cristo es una rosa roja colmada de sangre, Dios mismo hecho silencio.

Jeannette L. Clariond

Por todas partes

aunque estuvieras completamente desnudo

o completamente cubierto

o completamente loco,

yo te veía ascender a las colinas de mi origen

y no sé

enamorada como soy

cómo puedas conocerme

o quién te encajó en mí.

Eres una hoja,

un trazo abstracto,

el que se eleva como una cometa,

el que arroja puñados de sal

en mis heridas abiertas,

mas no importa:

es siempre salsedumbre de aquel mar

pleno de corales, peces,

tal vez de muertos e infinitos submarinos.

Lo que me dices no tiene importancia,

Ninguno de los dos nos escuchamos

pues nuestras peticiones descendieron a un mundo

donde sólo tú y yo vivimos

en compañía de un amor

que nadie jamás cuestionará

pues con nadie lo hemos hablado.

Alda Merini

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