Mauro contemplaba con mirada crítica el dibujo que acababa de terminar cuando escuchó los golpazos que Fati le daba a la puerta. Le abrió sin dejar de sostener frente a sus ojos la hoja dibujada.

-¿Y, volvió la Pasionaria?
-No, ya son más de las doce.
-Deben de estar concentrados en hacer la revolución.
-No seas boludo. Ya la detuvieron varias veces.
-Está fichada, seguro.
-Por eso te digo que no es gracioso que la llames Rosa Luxemburgo o la Pasionaria cuando hay gente.
-¿Qué problema hay si nadie sabe quiénes fueron?
-Igual te podrías callar.

Pausa, Fati retoma la palabra:

-Lo que pasa es que tu vieja es fantástica.
-Sí, para vos.
-¿De qué te quejás? Hacés lo que se te da la gana, estudiás sin laburar, ¿qué más querés?
-Quiero que no esté todo el tiempo con el chip del partido. Ahora, cuando llegue, vas a ver que le muestro el dibujo de mi abuelo, su padre, y ella lo mirará apenas diciendo ‘tiene fuerza’. ‘Fuerza qué significa, le pregunto. Se desconcierta, piensa un poco y agrega ‘no sé, que es expresivo’. Yo sigo: qué significa ‘expresivo’. Nuevo desconcierto. Deja de caminar de aquí para allá, reflexiona y agrega ‘que tiene potencia comunicativa’.
-Está bien, ¿qué querés que diga?
-Primero, que lo mire en serio, después que no vomite estereotipos como si estuviera en una reunión del partido analizando un cartel.
-¿Según vos, ¿cómo tendría que reaccionar?
-¡Qué sé yo! Quedarse un rato callada reflexionando sobre la opinión que le pido.
-Pero ella qué sabe de arte. Es como yo, le gusta o no le gusta lo que mira.

Se escuchó el ruido de la llave al girar en la cerradura. Mauro dio vuelta la hoja para que no se viera el dibujo. Fati abrazó a Sonia mientras le decía:
-¿Estas son horas de llegar Rosa?
Sonia dejó paquetes y un bolso sobre la mesa.

-Pensé que ya se habían ido.
-Te estaba esperando para mostrarte mi última obra.

Mauro puso delante de los ojos de su madre el dibujo.
Sonia lo contempló, tanteó con un brazo buscando el respaldo de una silla y se sentó con el dibujo frente a ella.

-Está idéntico ¿cómo hiciste?
-Usé la foto que tenés en tu mesa de luz. ¿Qué te parece?

No hubo respuesta. Mauro se acercó y la abrazó por atrás.

-Él me enseñó a dibujar.
-Y a mí a pensar.

Fati caminó discretamente hacia la puerta y los dejó abrazados llorando.

Lidia Castellini