Nace en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires. Artista plástica  egresada de la Escuela Municipal de Bellas Artes Carlos Morel. Expone desde el año 2003, en nuestro país y en el extranjero, recibiendo menciones y premios. Desde su estancia en Puerto Rico,  expone obra permanente, ha escrito y editado libros de arte. Más Mujeres agradece a Miriam Videla esta entrevista y la posibilidad de difundir parte de su obra.


¿Cuándo y cómo comienza el deseo de pintar?

     Tengo memoria visual muy detallada desde mis primeros años. Recuerdo sueños, juegos, sonidos, colores y texturas. Mi padre era vendedor de libros, por lo tanto, en mi casa había muchos libros de arte en una biblioteca baja que me permitía, fácilmente, acceder a ellos. Lo que más recuerdo de esa época es un libro de historia del arte. Allí, observaba con mucho detenimiento las obras neoclásicas que me impactaron. A mis cuatro años, no sabía leer por lo cual el sentido de las imágenes era imaginación fantástica pura. Recuerdo un mapa antiguo que marcaba los vientos con querubines que soplaban desde los bordes. Cuando había viento, yo trataba de ver a esos angelitos soplando en el cielo. 

     En ese libro encontré una reproducción de la obra de Goya “Saturno devorando a su hijo”. Yo no podía verla durante mucho tiempo, porque me daba miedo y vértigo. Había marcado la hoja para abrirla y al volver a verla cuánto tiempo podía soportar la escena. Las crucifixiones de Cristo me agobiaban, me preguntaba cómo podía suceder eso ya que para mí eran muchos hombres crucificados, no el mismo Cristo pintado por diferentes artistas. Hace muchos años, en la agenda de mi madre, encontré atesorado por ella un dibujo sobre la crucifixión de Cristo que hice en ese tiempo. Los clavos están marcados fuertemente con la punta de un lápiz cerca de la cruz, pero no sobre él. Lo protegí dentro de un círculo, en mi representación.

     Crecí con mi modo de ver, sensible a los detalles, colores y sentimientos. Pintar, crear símbolos que reflejaran los sentimientos es mi modo de ser en el mundo. Nace de mi percepción visual, mis sensaciones y emociones, es un mundo abstracto en el que, indefectiblemente, soy yo.

¿Cómo ha sido la trayectoria de formación personal y cuáles los puntos de inflexión donde las obras puedan dar cuenta de los diferentes modos de expresión a través de la técnica, del contenido y/ o de los materiales?

     Mi primer contacto importante dentro del mundo de la plástica, fue a través del profesor y artista plástico, Aldo Severi, en la Escuela Normal  Nacional de Quilmes. Aldo Severi fue un excelente pintor quilmeño y nuestro profesor de Dibujo, a nuestros quince años. Muchas veces, se dejaba llevar por su pasión y explicaba algo más por fuera del programa para regresar, más tarde, al tema que nos convocaba. Cuando comenzábamos a trabajar, él se sentaba en el fondo del salón y se ponía a dibujar. Yo lo observaba cada tanto. Se retiraba del aula a su mundo, no estaba con nosotros. Por primera vez, intuí ese universo, había algo que estaba más allá de lo dicho que me intrigaba, generando la voluntad y la intención de develar sus significados.

     Dos años más tarde, ingresé  a la Escuela Municipal de Bellas Artes Carlos Morel. Un mundo de formación de una exquisitez increíble. Dibujo, Pintura, Escultura, Grabado, Historia del Arte, Historia de la Cultura, Filosofía. Conocí a mi maestro Rubén Rey y a excelentes profesores, entre ellos, Ludovico Pérez, Eduardo Pardo, Teresa Luengo, Chichi Porcel y a mi querida y sabia Lidia Castellini. Con ella cursé durante varios años diversas materias y, aún hoy, sigo compartiendo muchas vivencias. Fueron excelentes formadores. Magia pura. 

     Terminada mi carrera de Maestro de Dibujo continué con el  profesorado de pintura durante siete años. Época de óleo y trementina.

     No me dediqué a la docencia, seguí trabajando en la editorial de mi padre, haciendo las tapas de los libros. Mi formación sustentó mi arte. Al salir de la escuela tuve un par de años de calma, había que romper la crisálida y extender las alas, debía fortalecerme para poder volar y luego sentir el placer del vuelo. Erguirme con toda mi humanidad frente a mi obra, buena o mala pero propia. Tarea que no es fácil, muchos sucumben en ese punto. 

     Mis dos primeros óleos fueron: “Autorretrato en Purmamarca” y “Relaciones”. El primero evoca mi momento en la Puna, al que no podía dejar de incorporar la sensación de escuchar música de charango en esas calles. Ese sonido me llevó con su candidez a mi núcleo artístico. El segundo está en esa consonancia desde lo abstracto.

     Para mí, elegir los materiales, organizarlos, preparar una tela, es parte del orden de ese universo donde puedo crear una estructura que lleva mis huellas internas, las que concuerdan con colores y texturas. Mis trabajos son la impresión de mi alma en el momento en el que estoy haciendo la obra. Tengo pinturas que son figurativas y otras que son abstractas. 

     Muchas de mis obras las comienzo escribiendo textos sobre la tela, son cartas y pensamientos, estructuras de sentimientos que conforman el esqueleto que va a sostener un abanico simbólico que refleja mi interior. Después nadie ve ni sabe qué hay allí, mis sentires convertidos en tramas pictóricas. Generalmente, no revelo los motivos ocultos. Me fascina escuchar lo que imaginan los observadores, y gran parte de ellos están interpretando lo que yo pinté. Es como compartir lo abstracto de uno, que a veces es decodificado, lo que me produce mucha alegría. Otras veces, son vibraciones de un observador que proyecta sobre el lienzo. Es como si la pintura fuera música, es un punto de encuentro entre las dos artes.

     En algún momento, cambié el óleo por el acrílico. Hoy trabajo, en general,  con texturas, imprimo, chorreo, incorporo empastes y veladuras, según lo que me sugieran la superficie y el tema.

¿Cuál es la relación que se establece entre la creación artística, la profesión de arteterapeuta y la enseñanza?

     No he incursionado en la enseñanza grupal o en  un taller. Sí, en forma individual. 

     En cuanto a mi creación artística y su relación con mi profesión de arteterapeuta hay una conexión indirecta para propiciar tácitamente un camino. Debo aclarar que el arteterapia es una actividad de expresión artística que genera cambios internos y sanadores en la persona que la ejecuta. 

     En la sesión de arteterapia no se corrige, no se utiliza el método inductivo – deductivo para arribar a un fin pedagógico. Se guía sobre la utilización de las herramientas o materiales que se utilizarán para lograr un estadio interno en la persona.

     Está comprobado científicamente que muchas de las actividades a ejecutar, generan nuevas redes neuronales. El cerebro trabaja por sí mismo, independientemente que la persona sepa o no lo que está sucediendo en él.

     El arteterapia genera un estado de felicidad a la persona que lo transita, por eso es que no sólo se efectúa cuando existe una derivación. Las personas elegimos actividades específicas que generan esos estados de felicidad. Un punto abstracto casi metafísico que el ser humano busca por naturaleza para reiniciarse. Muchos hacen música, baile, natación, jardinería, bordado, es el momento donde curamos el alma como dicen los japoneses. 

     En cuanto a la relación con mi quehacer artístico puedo decir que al volcar la pasión que provoca el arte en mí, disfruto poder aportar las herramientas para que cualquier persona pueda acceder a ese estado de plenitud que empodera al que la ejecuta. Todo lo que ayude a abrir mentes, a ampliar horizontes y generar flexibilidad en el pensamiento debe ser siempre bienvenido.

¿Cómo ha sido la experiencia en Puerto Rico?

     Una experiencia maravillosa, parte de mí sigue en Puerto Rico. De hecho hay dos galerías con mis obras. Galería Pamil y Galería Trinitaria. La isla tiene una larga historia, primero fue colonia de España y luego pasó a ser un estado libre asociado a Estados Unidos de Norteamérica. Es pequeña en su  dimensión territorial pero gigante y poderosa a nivel cultural.

     Es una usina de arte, música, pintura, letras, escultura, cocina, textiles y alta costura. Todo se pondera, se pone en valor y se reverencia. Es una cultura muy especial que respeta a los artistas.  

     Escribí y edité el libro de arte “Andrés Tavárez. Una década en Argentina”, en el año 2018.  Al siguiente año, edité “La Fraternidad», un libro que se pensó del mismo modo que una serie de grabados ya que fue firmado y numerado por el artista. Ambos libros por Ediciones del Fueye.

     Continúo en contacto con ellos y espero regresar.

¿Cuáles son, en este momento, los temas más preocupantes como mujer y artista?

     Este es un momento muy importante en mi vida, este año cumplo 65 años y siento que estoy logrando, no mis objetivos porque sería culminar etapas, sino estar entera y en concordancia con el camino o el modo elegido. Mi preocupación es mantenerse auténtica ante mi mirada. Pareciera una frase hecha pero no lo es, es algo muy intenso en la relación con uno mismo. No hago nada que no quiera, no estoy con nadie que no elija. A lo mejor cuando uno está en un trabajo formal o transita algún episodio de vida debe adaptarse, resignar, suavizar cosas. Hoy estoy en el punto elegido. Es un trabajo constante. Estoy en lugares y con personas con las que quiero estar. No digo con esto que sea una persona exquisita. Simplemente elijo fluir naturalmente.

     Este último punto está perfectamente relacionado con mi pintura, hoy pinto y decido cómo voy a pintar determinado tema. Lo figurativo siempre es una abstracción remitiendo a la figura. Mis flores son figurativas tratadas como una abstracción. Mi abstracto puro es simbólico, es mi alfabeto interno. Yo sé qué estoy pintando cuando pinto y qué estoy diciendo y a quién. Lo importante para mí es generar una armonía simbólica que me represente. Una vez terminada la obra, se corta esa simbiosis con el trabajo. 

     Cuando estoy creando busco la armonía como un baile de a dos, somos mi tela y yo; en el medio… espacio crítico, diría Rubén Rey, mi maestro. Allí, se da la batalla discursiva entre emoción y materia, algo que me nutre a mí en el acto mismo de pintar-me. Mi obra hoy, está totalmente relacionada con lo que yo quiero, lo que pinto, lo que amo, lo que elijo y lo que pongo en valor. Lo que reverencio. Hace tiempo ya, que es mi sentimiento colgado en una pared. 

     Cada pintura tiene mi alma dentro de sí, y me concentro profundamente para que esa proyección sea acorde a ese sentimiento. Puede ser abstracto o figurativo, los concibo como herramientas, como el pincel o la paleta.

Mirta Salafia