Los deseos recurrentes

El inicio de un cuento de Leonora Carrington (Lancashire, 1977- Ciudad de México 2011), titulado “Un hombre enamorado”, comienza diciendo “Una noche, al pasar por una calleja, robé un melón. El frutero, oculto detrás de su mercancía, me agarró del brazo. Señorita, hace cuarenta años que espero una oportunidad como ésta. He pasado cuatro décadas escondido detrás de esta pila de naranjas, esperando que alguien se robara la fruta. Y la razón es que quiero hablar, quiero contar mi historia. Si no me escucha, la entregaré a la policía”.

Exactamente hace casi cincuenta años, por deshidratación compartida, robé una sandía en la vereda de un almacén de Ramos Generales de la ciudad de Pedro Luro y, por infortunios de la vida, ningún frutero me contó su historia. Será o no por esta u otras razones que nunca me dediqué a la literatura completamente, ni siquiera como lectora. Será porque nunca conté historias que admiro tanto a las escritoras, como a las artistas. Me fascinan los modos diversos de sus historias que son posibles desde su vocación y desde su subjetividad.

Quiero agradecerles a todas las Mujeres leídas y escuchadas, especialmente, a aquellas que desearon ser entrevistadas como a las que aceptaron ser parte de los Primeros Encuentros Virtuales y dar cuenta de su experiencia creativa en el marco de esta interminable pandemia.

Les deseo un nuevo año con mucha salud y prosperidad, buenaventura de mi época de niña que se actualiza con la más profunda conciencia del amor por el mundo.

¡Abrazos y hasta el año próximo!

Mirta Salafia