“Dentro del corazón de la cultura, en el primer peldaño de toda comparación se encuentra la mujer que, de hecho y por derecho, hereda la tradición forjada por el varón”

Calvera, Leonor: Geografías de la Mujer.

El Censo Nacional de 1869, ordenado por Domingo Faustino Sarmiento, da cuenta que las mujeres se insertan en los escalones más bajos de la pirámide laboral.

Alentadas por el pensamiento de la Ilustración, se van alzando paulatinamente numerosas voces que claman por poner el acento en la educación de la mujer. La maestra Juana Manso, advierte ya en el año 1850, que el concurso de la mujer es indispensable para la educación del pueblo, porque sin su ayuda no se realiza ninguna empresa loable para la humanidad. Ella, junto a Juana Manuela Gorriti, entre otras, insiste en la necesidad de la educación obligatoria para la mujer, así como también para que no se le cierren las puertas a la universidad.

En medio de las turbulencias del crecimiento de la Nación, las mujeres unidas a los varones en las luchas socialistas y anarquistas, comienzan a organizarse para pedir lo que en justicia les corresponde. En 1900, el Partido Socialista Obrero de la República Argentina convoca a las mujeres para pedir juntos mejoras en las condiciones de trabajo.

La primera huelga de la que se tiene referencia tuvo lugar en el año 1888, realizada por las empleadas domésticas en rechazo a la imposición de la libreta de conchabo, ésta consistía en un documento público y obligatorio que los patrones debían dar cuenta al Estado, bajo pena de multas, en la cual se debía anotar el tipo de trabajo, en este caso, el que la empleada doméstica realizaba, el salario percibido, los adelantados solicitados, y sobre todo la conducta demostrada. En caso de despido o mala conducta, era obligatorio dejar registro de las causas, por ejemplo: despido por robo, haraganería, vicios, mala vida.

Le seguirán en las huelgas, las costureras de Tucumán, las fosforeras, las lavanderas, las empleadas de comercio, las telefónicas que se irán, poco a poco, organizando en sindicatos.

Desde las páginas de La Vanguardia, a través de su columna: El trabajo de las mujeres y de los niños, Fenia Chertkoff, funda en 1902 junto a Magdalena Roseti, la Unión Gremial Femenina. Su primera labor es una campaña de agitación a favor de un día de descanso semanal para las cocineras y la presentación de una demanda por la ley de la silla. La Ley de la Silla fue redactada por Alfredo Palacios en 1907 luego de una lucha intensa y de vanguardia llevada a cabo por mujeres trabajadoras anarquistas y socialistas que fueron acompañadas por más mujeres: las tejedoras, las alpargateras, las sombrereras, las textiles y las empleadas de comercio. Esta ley obligaba al empleador a proveer de una silla o taburete con respaldo a sus empleados de cualquier rango, por lo tanto de mantener un número de sillas suficientes que permitieran descansar, a los obreros o empleados, durante la jornada laboral. Esta Ley es el resultado de la lucha de miles de mujeres que unidas decidieron cambiar el mundo. Recién fue sancionada, 30 años después, el 23 de setiembre de 1936.

A comienzos del siglo XX, proliferan las agrupaciones y centros feministas que pueden tomar distintos contenidos de la lucha de las mujeres. En algunos casos, toman las necesidades de las mujeres como integrante de la fuerza de trabajo y sus reivindicaciones y en otros casos, poniendo el acento en el logro de sus derechos políticos.

Se suceden el Centro de Universitarias Argentinas, fundado por Sara Justo- primera argentina doctora en odontología- y El Centro Feminista, con la dirección de Elvira Rawson de Dellepiane.

En el año 1906 se celebra el Primer Congreso Internacional del Libre Pensamiento, una de las organizadoras fue la Doctora Alicia Moreau de Justo. En este Primer Congreso, María Abella de Ramírez, una maestra, periodista y escritora uruguaya presenta un “Programa Mínimo de Reivindicaciones Femeninas”: igualdad de educación para ambos sexos; necesidad de reglamentar el libre divorcio sin averiguación de causa; igualdad de los hijos ante la ley y el ejercicio de la patria potestad compartida por ambos progenitores.

En 1910, con la excusa del Centenario de la Revolución de Mayo se organizaron dos congresos para debatir sobre la condición social, cultural y política de las mujeres. “El Congreso Patriótico y Exposición del Centenario” que representa a las fuerzas conservadoras llega a la conclusión, entre otras, que las mujeres pertenecen al “orden natural” y por lo tanto carecen de derechos cívicos. En él se vota afirmativamente una propuesta de la secretaria Srta. Martínez en la que se declara solemnemente no aspirar al derecho de sufragio por ser patrimonio exclusivo de los varones cultos y morales.

Las otras agrupaciones encabezadas por la Asociación de Universitarias Argentinas organizan el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina que sesiona en la semana previa al 25 de mayo de 1910. Concurren representantes de instituciones extranjeras afines y considera en sus sesiones temas muy diversos que van desde: El bambú Japonés de Corina Echenique Uriarte hasta los Estudios sobre niños débiles de la Dra. Elvira Rawson de Dellepiane o un trabajo de la Dra. Julieta Lanteri, denominado Prostitución. En este congreso vuelve a presentar Fenia Chertkoff, el proyecto de la Ley de la Silla. Algunas propuestas son motivo de luchas y controversias como el derecho al divorcio, o la consigna: igual trabajo, igual salario.

El sector sufragista y clasista apoyó activamente al Congreso. Como sanción por haber participado en este Congreso, Elvira Rawson de Dellepiane es expulsada del Consejo Nacional de Mujeres; la redacción de La Vanguardia, ubicada en la calle México de la ciudad de Buenos Aires es saqueada e incendiada, días antes de comenzar a sesionar el Congreso. Un atentado a la prensa libre, socialista y defensora de los derechos de las mujeres.

La Argentina que se nutrió de las grandes olas migratorias, permitió que el país pasara de un millón y medio de habitantes en el año 1869 a ocho millones de personas hacia el año 1914. Propiciar el progreso y el desarrollo, acumular producto bruto interno y ampliar las fuerzas productivas, provocaba grandes expectativas colectivas como serias dificultades, entre ellas: un profundo reacomodamiento de las clases sociales, luchas políticas entre los que defendían el capital y entre quienes lo combatían, pujas sociales en búsqueda de definiciones propias, la profundización de la pobreza y el hacinamiento de gran parte de la población. En este marco de desigualdades, el comercio sexual surgió como nunca en la ciudad de Buenos Aires. Proliferaron redes y organizaciones comerciales, los conocidos prostíbulos. En defensa de las mujeres, la Doctora Petrona Eyle, una de las fundadoras de la Asociación de Universitarias Argentinas, funda la Liga contra la trata de blancas. Le envía al Presidente Marcelo Torcuato de Alvear un informe escrito de puño y letra donde le da cuenta de la situación más apremiante de los niños, niñas y mujeres. Le informa acerca de abusos descontrolados, marginalidad, explotación, trabajo descontrolado al que eran sometidos, embarazos tempranos producto de violaciones, abuso sexual y prostitución de menores desde los diez años.

El Centro Socialista Feminista contaba también entre sus contenidos institucionales la denuncia contra la trata y la prostitución. La Unión Feminista Nacional, desprendida del socialismo, agrupaba a diversas comisiones y asociaciones independientes y se definía en cinco puntos programáticos: Cooperar en todo lo que signifique el perfeccionamiento físico, intelectual y moral de la mujer; apoyar toda obra que tienda a capacitarla en su acción social. Trabajar por la emancipación de la mujer en la familia y en la sociedad; en consecuencia, iniciará y propiciará movimientos tendientes a modificar las leyes que traban a la mujer en su acción individual, colocándola en situación inferior al hombre. Cooperar en toda obra que contribuya a facilitar y mejorar el trabajo femenino; por lo tanto se preocupará de la reglamentación del trabajo en la industria y en el comercio y de la elevación de los salarios del trabajo femenino, basándose en el principio – a igual trabajo, igual remuneración. Tender a centralizar los esfuerzos hechos a favor de la emancipación femenina propiciando la organización de una federación de centros. Propender a la formación de comités en el interior de la República que respondan a los mismos fines. Mantendrá con tal motivo relaciones con asociaciones extranjeras de igual índole.

La liga para los Derechos de la Mujer y el Niño, fundada en 1911, lucha por defenderlos, denunciando tanto el trabajo infantil como el materno; solicitando ante el Parlamento Nacional el reposo para las mujeres embarazadas, la protección a la maternidad y la educación obligatoria.

En nuestro código civil de 1869, la mujer aparece definitivamente relegada y sin la posibilidad de ejercer sus derechos ciudadanos. Como herencia del derecho romano, nuestra legislación consideraba a la mujer como un ser incapaz y subalterno del varón. No podía tener bienes propios, ni siquiera aquellos conseguidos por su trabajo personal, no podían suscribir documentos públicos en calidad de testigos, no podían querellar ante los tribunales. En cambio, era exactamente igual al varón, en relación con las leyes del código penal.

Mirta Salafia

Bibliografía de Consulta:

Calvero, Leonor: “Mujeres y Feminismo en la Argentina”. Grupo Editor Latinoamericano. Bs.As. 1990