La luna habló de la noche yo no sé/ La noche la lleva a correr/ por la orilla y a su lecho/ nocturno.
Valentine Penrose

Valentine Penrose (Francia, 1 de enero de 1898 – Inglaterra, 7 de agosto de 1978), fue una escritora y artista plástica francesa vinculada al surrealismo.

Muchas de nosotras hemos llegado a ella de la mano de Alejandra Pizarnik y su relato La condesa sangrienta, inspirado en la novela homónima de Valentine Penrose, publicada en 1962 y que narra la historia de la condesa húngara Erzsébet Báthory, conocida por haber asesinado a 650 mujeres, sobre todo doncellas.

Su figura y su obra poética han sido injustamente olvidadas como suele suceder con las artistas que formaron parte de un movimiento liderado por hombres; eclipsada en este caso por los surrealistas André Bretón, Paul Éluard, René Char, Robert Desnos, Louis Aragon y Philippe Soupault entre otros. Su marido, el pintor Roland Penrose, fue quien introdujo el movimiento surrealista en Inglaterra.

Con traducción, selección y prólogo de María Negroni, reúne poemas de los libros Hierba a la Luna (1935), Poemas (1937), Dones de las Féminas (1951) y Las Magias (1972).

Los poemas de Valentine Penrose son miniaturas perfectas, circulares, poemas de amor con una apariencia de escritura automática, cerrados, místicos. Su interés por la alquimia, el ocultismo, el placer, la pérdida y su amor por otras mujeres dominan el libro. Gilles de Rais, Rubia, la condesa Báthory, la loca de los Sargazos, los templarios de Pierrefitte, son algunos de los fantasmas que recorren sus páginas.

En un pasaje del libro Barba Azul, Amélie Nothomb escribe: “Rojo y dorado, azul y dorado, incluso verde y dorado constituyen asociaciones sublimes, aunque clásicas. En arte, la combinación de amarillo y dorado no aparece. ¿Por qué? Es el color propio de la luz, modulado de lo más mate a lo más brillante”.

En los poemas de Valentine Penrose predominan los colores del rito: el frío azul, símbolo de lo infinito. El rojo de la sangre, del fuego, de lo profano y de la guerra. El verde de la hierba, del renacimiento. El blanco de la transfiguración, de los espíritus, de la luna. El amarillo del sol, del oro y del trigo, pero también de los celos, amargo y lúgubre. Y la combinación del gris con el negro, modulado de lo más pálido a lo más oscuro. El negro de la noche y de la muerte.

Gretel Bohoslavsky